sábado, mayo 21, 2005

Combatir la ceguera

Llevo nueve meses de parto diplomático y en todo ese tiempo no he dejado de escuchar la palabra "combatir". Latinoamérica quiere "combatir" la pobreza, porque es el mal que azota nuestros pueblos. Lula y los brasileños se empeñan en "combatir" el hambre y han ideado el programa Hambre Cero, al estilo de una fortificada Línea Maginot. Ahora, recientemente, hace apenas una semana, decidieron introducir un proyecto de ley en el Congreso para "combatir" la burocracia. Es decir, la guerra total contra los males que nos obligan a hincar las rodillas ante el poder económico de las naciones desarrolladas.Eso implica, por lógica, una carrera armamentista. Hay que apertrecharse bien: cerebros inteligentes, plumas certeras, capacidades ejecutivas y voluntades férreas. ¡Cojones!, diríamos en criollo y de acuerdo a nuestros nuevos paradigmas político-ejecutivos.Hay que tenerlos, pero no valen de nada cuando se emplean en la representación política y no en el uso y establecimiento de un verdadero carácter autónomo y absolutamente sincero de nuestras acciones gubernamentales, y para esto no hace falta filosofía -aunque no viene mal un poco de ella para nuestros ilustres pensadores políticos, porque la política hay que pensarla antes de hablarla, y antes, mucho antes, de ejecutar las acciones que su trama de intereses impone.El discurso del combate, por ejemplo, ya está trillado y huele a cosa podrida. Combatir la pobreza, como si la pobreza fuera el enemigo y el pobre, en consecuencia, el blanco de todos nuestros señalamientos. La causa de los males de nuestro continente no radica en la pobreza, porque esta es sólo la consecuencia.El problema mayor es la concentración de la riqueza en pocas manos y eso es lo que hay que combatir, o resolver. La pobreza es una consecuencia de esta concentración.Solemos ejemplificar el tamaño del mal con los índices alarmantes de pobreza crítica en nuestros países y nuestro continente, pero pocas veces hablamos del índice de riqueza crítica, y cuando se menciona a un Bill Gates y la cantidad exorbitante de dólares que gana por segundo, quedamos deslumbrados y terminamos asumiéndolo como el paradigma del éxito empresarial, aunque windows esté dejando sin aliento a media humanidad.Lo que realmente necesitamos es una educación sinceradora, que nos revele la dimensión de nuestras inconsecuencias. Una de ellas, una de las mayores es hablar del pobre como un necesitado, como un ser incapaz de producir su propio bienestar, como un paria irremediable. Solemos argumentar, con aires de defensores iluminados por la mejor buenavoluntad, que a los pobres hay que asistirlos y protegerlos, y entonces corremos a idear proyectos de leyes para amparar al pobre en mitad de su pobreza -vieja estrategia católica y voluntarista: sostener al pobre con dádivas, para tenerlo siempre sometido a los designios superiores. Y la verdad es que el pobre no necesita que lo defiendan, pues el ha pasado toda su vida en eso. El pobre necesita que se le de la oportunidad de formarse, que se le respeten sus derechos ciudadanos y que se le otorguen los mecanismos para que por sí mismo pueda garantizar el cumplimiento de estos derechos.El pobre no es pendejo -no tanto como creen los políticos.Ahora bien, si se trata de una onda de "combate", yo propongo combatir la ceguera, la inconsecuencia política, la falta de sinceridad en nuestros planteamientos sociales y la mala educación de nuestro pueblo. Propongo comenzar por cambiar el discurso y señalar de una buena vez cuál es el mal en cada foro político o social donde participemos, sin caer en la pendejada de velar por lo políticamente correcto, que es lo correctamente conservador. Digamoslo ya públicamente: no es la pobreza, no es el hambre, no es la corrupción, no es la burocracia. Todo esto es consecuencia del desajuste sociopolítico y económico al que nos han llevado aquellos que sólo pensaron en ellos mismos, en su bienestar particular, y que nosotros seguimos sosteniendo con nuestro discurso ciego y lleno de lugares comunes. Creo que esto será más efectivo que idear un burocratómetro.

6 Comments:

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